domingo, mayo 7

Sin inspiración

A dónde se fue mi inspiración. Hace poco más de un año escribía con soltura relatos de vidas ficticias, que de alguna manera complementaban la monotonía de la mía. Los adjetivos fluían a borbotones, mientras imaginaba los mejores giros imprevistos para mis culebrones de escritorio. Desafortunadamente, hace meses que perdí la inspiración; me cuesta sentarme a escribir una palabra tras otra, y en los momentos en los que me armo de valentía para hacerlo, las palabras se atascan como una máquina maltrecha, bloqueada, atracada.

Pero este tiempo de sequía, me ha servido para valorar mejor mi insignificante producción “semi-literaria” y encuentro en todas mis historias el mismo defecto que le encuentro a mi vida: el pesimismo. Mis historias no están cargadas de giros dramáticos que deslumbren al lector; son todas historias destinadas a culminar de una misma manera, tristes, apáticas, sin brillo. Me apena no haber seguido el camino que me sedujo hace años cuando leía el realismo mágico de Gabo. La realidad se ha asentado en mi alma y hoy me es difícil escapar de este enmarañamiento, que me tiene secuestrado como si se tratase de un líquido espeso, gelatinoso y de un aroma dulzón. Así he aprendido a conformarme con lo poco que hago hoy, quizás sea momento de salir, de sacudirse, de vivir.

No obstante, he descubierto algunas frases sueltas en mis escritos que me sorprenden a mí mismo. ¿Cuál es la magia de la inspiración? Hace poco escuché en un podcast español La Escóbula de la Brújula, que hablaban sobre si acaso la inspiración no era una especie de fenómeno mediúmnico en el que los escritores –algunos– se convertían en una especie de portadores de una inspiración ultraterrena. Todos los que han escrito alguna vez, deben haber sentido ese instante deslumbrador en el que una catarata de inspiración los embarga y sacude de una manera estremecedora trayendo como consecuencia una cascada de producción literaria del más alto vuelo. El mismo Gabo, dijo sobre la inspiración alguna vez: que me encuentre escribiendo; dando a entender que el escribir no es esperar a que llegue el sublime momento de la inspiración y recién producir, sino más bien es un oficio al que hay que dedicarle muchas horas al día.


Entonces, ¿qué sigue a partir de ahora? Seguir intentando por supuesto; suscribo esta breve entrada en el blog como un compromiso de escribir al menos una hora al día, para volver a coger la costumbre, a ver si dentro de poco los sorprendo con algún relato, de esos que hace tiempo no publico. 

Visto en pixabay.com 

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