A dónde se fue mi
inspiración. Hace poco más de un año escribía con soltura relatos de vidas
ficticias, que de alguna manera complementaban la monotonía de la mía. Los
adjetivos fluían a borbotones, mientras imaginaba los mejores giros imprevistos
para mis culebrones de escritorio. Desafortunadamente, hace meses que perdí la
inspiración; me cuesta sentarme a escribir una palabra tras otra, y en los
momentos en los que me armo de valentía para hacerlo, las palabras se atascan
como una máquina maltrecha, bloqueada, atracada.
Pero este tiempo de
sequía, me ha servido para valorar mejor mi insignificante producción
“semi-literaria” y encuentro en todas mis historias el mismo defecto que le
encuentro a mi vida: el pesimismo. Mis historias no están cargadas de giros
dramáticos que deslumbren al lector; son todas historias destinadas a culminar
de una misma manera, tristes, apáticas, sin brillo. Me apena no haber seguido
el camino que me sedujo hace años cuando leía el realismo mágico de Gabo. La
realidad se ha asentado en mi alma y hoy me es difícil escapar de este
enmarañamiento, que me tiene secuestrado como si se tratase de un líquido
espeso, gelatinoso y de un aroma dulzón. Así he aprendido a conformarme con lo
poco que hago hoy, quizás sea momento de salir, de sacudirse, de vivir.
No obstante, he
descubierto algunas frases sueltas en mis escritos que me sorprenden a mí
mismo. ¿Cuál es la magia de la inspiración? Hace poco escuché en un podcast español
La Escóbula de la Brújula, que
hablaban sobre si acaso la inspiración no era una especie de fenómeno mediúmnico
en el que los escritores –algunos– se convertían en una especie de portadores
de una inspiración ultraterrena. Todos los que han escrito alguna vez, deben
haber sentido ese instante deslumbrador en el que una catarata de inspiración los
embarga y sacude de una manera estremecedora trayendo como consecuencia una
cascada de producción literaria del más alto vuelo. El mismo Gabo, dijo sobre
la inspiración alguna vez: que me encuentre escribiendo; dando a
entender que el escribir no es esperar a que llegue el sublime momento de la
inspiración y recién producir, sino más bien es un oficio al que hay que
dedicarle muchas horas al día.
Entonces, ¿qué
sigue a partir de ahora? Seguir intentando por supuesto; suscribo esta breve
entrada en el blog como un compromiso de escribir al menos una hora al día,
para volver a coger la costumbre, a ver si dentro de poco los sorprendo con algún
relato, de esos que hace tiempo no publico.
Visto en pixabay.com |
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