Tenía previsto una entrada nueva
hoy en mi blog. No puedo. La situación en Piura desborda cualquier otra
preocupación o prioridad.
Hace un año caminando por las
cercanías del mercado de Catacaos, junto a mis padres, nos encontramos con la
peculiar imagen de San Dimas que había sido sacada a la calle sin mayor
parafernalia que un pequeño banco de madera. Me pareció curioso observar como cualquier
creyente podía acercarse a santiguarse con total naturalidad y recordé con
nostalgia una visita inusual a la iglesia de Catacaos en una infancia lejana.
Aquél día paseamos por la plaza de armas, compramos chifles, respiramos el
abrumador y caliente aire norteño que era refrescado parcialmente con la chicha
de jora tradicional. Hoy nada de eso existe ya. La mayoría de personas escapan
de la ciudad inundada, abandonando –quien sabe hasta cuándo– sus casas, sus
bienes personales, sus animales, sus vidas.
A la distancia sólo queda reunir
ayuda para enviar a las zonas afectadas, y esperar que los complejísimos
procesos que determinan la actual temperatura del mar y sus consecuentes lluvias
torrenciales cesen y el clima se normalice. Ésta será una larga noche en Piura.
Llegarán días mejores.
Autoría propia |
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