lunes, marzo 27

Catacaos bajo el agua



Tenía previsto una entrada nueva hoy en mi blog. No puedo. La situación en Piura desborda cualquier otra preocupación o prioridad.

Hace un año caminando por las cercanías del mercado de Catacaos, junto a mis padres, nos encontramos con la peculiar imagen de San Dimas que había sido sacada a la calle sin mayor parafernalia que un pequeño banco de madera. Me pareció curioso observar como cualquier creyente podía acercarse a santiguarse con total naturalidad y recordé con nostalgia una visita inusual a la iglesia de Catacaos en una infancia lejana. Aquél día paseamos por la plaza de armas, compramos chifles, respiramos el abrumador y caliente aire norteño que era refrescado parcialmente con la chicha de jora tradicional. Hoy nada de eso existe ya. La mayoría de personas escapan de la ciudad inundada, abandonando –quien sabe hasta cuándo– sus casas, sus bienes personales, sus animales, sus vidas.

A la distancia sólo queda reunir ayuda para enviar a las zonas afectadas, y esperar que los complejísimos procesos que determinan la actual temperatura del mar y sus consecuentes lluvias torrenciales cesen y el clima se normalice. Ésta será una larga noche en Piura. Llegarán días mejores.

Autoría propia

miércoles, marzo 8

¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la diversidad?


Apropósito del acalorado y no tan alturado debate que se cierne actualmente sobre la implementación de un enfoque de igualdad de género en la currícula escolar, y tras escuchar y leer divertidas, aterrorizantes y variopintas posturas sobre el tema de las dos partes, he caído en cuenta la necesidad de hacerse la siguiente interrogante: ¿por qué nos cuesta tanto aceptar la diversidad, lo distinto, lo no igual?, ¿por qué nos cuesta ser tolerantes?

Contrario a lo que muchos puedan pensar, creo firmemente que la intolerancia es parte de la naturaleza humana desde su génesis. Considero que nuestro excesivo personalismo, nos hace pensar que la verdad nuestra, es la verdad absoluta y debe superponerse a cualquier otra verdad de cualquier otra persona o grupo social. Éste exceso de confianza en nosotros mismos, y en lo que creemos, es una herencia biológica que durante un largo período de la humanidad se ha traducido en violencia por violencia. No nos engañemos, el hombre es violento por naturaleza y si hoy no es tan palpable como antes, se debe a que afortunadamente, la evolución de la sociedad ha ido reprimiendo estos instintos violentos nacidos en la intolerancia propia de nuestra humanidad. Sí, yo entiendo que pienses que en el pasado éramos personas más sanas, de mejores costumbres, más inocentes y menos depravadas. Sin embargo, éste pasado idílico no es del todo cierto; hace algunos pocos siglos matábamos sin miramientos a quien nos cayera mal, o acusábamos de brujo a nuestro vecino sin mayor prueba que nuestra palabra –sabiendo que lo llevaría a la muerte– o nos retábamos a duelo por ofensas irrisorias.
Entonces, si somos por naturaleza tan intolerantes, ¿cómo nace la tolerancia? No es necesario que bostecemos porque no colocaré ningún concepto complejo o citaré a algún autor de comentarios enrevesados para explicarlo; me limitaré a señalar que bajo mi perspectiva la tolerancia es una conveniencia social, que nace y existe para que vivamos en una sana convivencia; para que no nos matemos por cualquier tontería, ¡vaya! Puesto esto así, la tolerancia (que existe cuando la educación en una sociedad es adecuada) es un arma valiosísima en la sociedad moderna y que nos ayudaría a eliminar un sin número de desigualdades y conflictos bobos que todos los días germinan y explotan en distintas partes del país y del mundo.

Ahora, si le sumamos a la intolerancia propia de nuestros instintos más básicos, la intransigencia del dogma de una religión en particular, de una ideología radical, de una xenofobia a ultranza, de hinchajes pandillerezcos o de misoginia desfachatada; estamos formando una combinación peligrosísima que desafortunadamente ha sido el detonante de muchas injusticias, muertes y desmanes en el pasado, ya sea en la figura de los homicidios del Ku Klux Klan como la masacre de Greensboro,  o en las muertes que dejan regadas los conflictos eternos entre barras bravas como la muerte de Walter Oyarce, la caza de brujas de la justicia clerical en nombre de un Dios vengativo o la intolerancia palpable que hasta hace algunas décadas se profesaban contra las mujeres que luchaban por igualdad de oportunidades. Estas pequeñas muestras de intolerancia excesiva, nos enseña que la historia de la humanidad está salpicada de injusticias ya sea por ignorancia, por fanatismo o por una mezcla de ambos; pero que afortunadamente, pese a todo y pese a muchos, la sociedad sigue avanzando en pos de la represión de estos instintos inútiles, convirtiéndose la sociedad en una sociedad un tanto menos intratable.

Aterrizando un poco en el contexto actual, hoy asistimos a una saturación de discursos recalcitrantes y extremistas, en donde el debate de ideas ha quedado relegado ante una guerrilla de ataques y contra ataques, en donde los instintos de la intolerancia han salido a borbotones. No interesa ya si soy capaz de ganar un debate de ideas, no interesa ninguna discusión en donde al exponer posturas podamos ser capaces de transformar nuestras verdades particulares en verdades más robustas, despejando las mentiras propias de los fundamentalismos; aquí no cabe la posibilidad de corregir el error, no existe posibilidad de que alguien salga a decir que ya comprendió que estaba errado y que corrige su postura por un fin superior. Aquí lo único que cabe es que tu postura se imponga, ya sea con mentiras, insultos, discursos de odio, burlas, agresiones o cualquier estropicio que se te ocurra. ¿Sirve de algo mostrar tanta intransigencia?, me temo que no. La consecuencia lógica de la intransigencia es una mayor separación de sectores de la sociedad que pueden desencadenar no solo en una mayor incomprensión hacia los distintos, sino que puede llegarse al punto que las amenazas se conviertan en hechos y las agresiones físicas y asesinatos se instalen de pronto, originadas por las apologías a la intolerancia total que se viene dando incluso en medios de comunicación.

Por último, intuyo que te estás preguntando de qué lado de la vereda de la discusión estoy. Eso me temo, merecerá líneas aparte, dado que amerita un análisis profundo y correcto de lo que se discute. Por lo pronto, los llamo a la reflexión, sigamos la senda de la evolución de la sociedad, comprendamos que no todos pueden ser como nosotros, o no a todos les tiene que gustar lo que a ti o a mi nos agrada y por sobre todo, no todos tienen porqué pensar como tú.

Visto en emaze.com 






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