Apropósito del acalorado y no tan
alturado debate que se cierne actualmente sobre la implementación de un enfoque
de igualdad de género en la currícula escolar, y tras escuchar y leer
divertidas, aterrorizantes y variopintas posturas sobre el tema de las dos
partes, he caído en cuenta la necesidad de hacerse la siguiente interrogante:
¿por qué nos cuesta tanto aceptar la diversidad, lo distinto, lo no igual?,
¿por qué nos cuesta ser tolerantes?
Contrario a lo que muchos puedan
pensar, creo firmemente que la intolerancia es parte de la naturaleza humana
desde su génesis. Considero que nuestro excesivo personalismo, nos hace pensar
que la verdad nuestra, es la verdad absoluta y debe superponerse a cualquier
otra verdad de cualquier otra persona o grupo social. Éste exceso de confianza
en nosotros mismos, y en lo que creemos, es una herencia biológica que durante
un largo período de la humanidad se ha traducido en violencia por violencia. No
nos engañemos, el hombre es violento por naturaleza y si hoy no es tan palpable
como antes, se debe a que afortunadamente, la evolución de la sociedad ha ido
reprimiendo estos instintos violentos nacidos en la intolerancia propia de
nuestra humanidad. Sí, yo entiendo que pienses que en el pasado éramos personas
más sanas, de mejores costumbres, más inocentes y menos depravadas. Sin
embargo, éste pasado idílico no es del todo cierto; hace algunos pocos siglos
matábamos sin miramientos a quien nos cayera mal, o acusábamos de brujo a
nuestro vecino sin mayor prueba que nuestra palabra –sabiendo que lo llevaría a
la muerte– o nos retábamos a duelo por ofensas irrisorias.
Entonces, si somos por naturaleza
tan intolerantes, ¿cómo nace la tolerancia? No es necesario que bostecemos
porque no colocaré ningún concepto complejo o citaré a algún autor de comentarios
enrevesados para explicarlo; me limitaré a señalar que bajo mi perspectiva la
tolerancia es una conveniencia social, que nace y existe para que vivamos en una
sana convivencia; para que no nos matemos por cualquier tontería, ¡vaya! Puesto
esto así, la tolerancia (que existe cuando la educación en una sociedad es adecuada)
es un arma valiosísima en la sociedad moderna y que nos ayudaría a eliminar un
sin número de desigualdades y conflictos bobos que todos los días germinan y
explotan en distintas partes del país y del mundo.
Ahora, si le sumamos a la
intolerancia propia de nuestros instintos más básicos, la intransigencia del
dogma de una religión en particular, de una ideología radical, de una xenofobia
a ultranza, de hinchajes pandillerezcos o de misoginia desfachatada; estamos
formando una combinación peligrosísima que desafortunadamente ha sido el
detonante de muchas injusticias, muertes y desmanes en el pasado, ya sea en la
figura de los homicidios del Ku Klux Klan como la
masacre de Greensboro, o en las muertes que dejan regadas los
conflictos eternos entre barras bravas como la muerte de
Walter Oyarce,
la
caza de brujas de la justicia clerical en nombre de un Dios vengativo
o la
intolerancia palpable que hasta hace algunas décadas se profesaban
contra las mujeres que luchaban por igualdad de oportunidades. Estas pequeñas
muestras de intolerancia excesiva, nos enseña que la historia de la humanidad está
salpicada de injusticias ya sea por ignorancia, por fanatismo o por una mezcla
de ambos; pero que afortunadamente, pese a todo y pese a muchos, la sociedad
sigue avanzando en pos de la represión de estos instintos inútiles,
convirtiéndose la sociedad en una sociedad un tanto menos intratable.
Aterrizando un poco en el
contexto actual, hoy asistimos a una saturación de discursos recalcitrantes y
extremistas, en donde el debate de ideas ha quedado relegado ante una guerrilla
de ataques y contra ataques, en donde los instintos de la intolerancia han salido
a borbotones. No interesa ya si soy capaz de ganar un debate de ideas, no
interesa ninguna discusión en donde al exponer posturas podamos ser capaces de
transformar nuestras verdades particulares en verdades más robustas, despejando
las mentiras propias de los fundamentalismos; aquí no cabe la posibilidad de
corregir el error, no existe posibilidad de que alguien salga a decir que ya
comprendió que estaba errado y que corrige su postura por un fin superior. Aquí
lo único que cabe es que tu postura se imponga, ya sea con mentiras, insultos,
discursos de odio, burlas, agresiones o cualquier estropicio que se te ocurra.
¿Sirve de algo mostrar tanta intransigencia?, me temo que no. La consecuencia
lógica de la intransigencia es una mayor separación de sectores de la sociedad que
pueden desencadenar no solo en una mayor incomprensión hacia los distintos,
sino que puede llegarse al punto que las amenazas se conviertan en hechos y las
agresiones físicas y asesinatos se instalen de pronto, originadas por las
apologías a la intolerancia total que se viene dando incluso en medios de
comunicación.
Por último, intuyo que te estás
preguntando de qué lado de la vereda de la discusión estoy. Eso me temo, merecerá
líneas aparte, dado que amerita un análisis profundo y correcto de lo que se
discute. Por lo pronto, los llamo a la reflexión, sigamos la senda de la
evolución de la sociedad, comprendamos que no todos pueden ser como nosotros, o
no a todos les tiene que gustar lo que a ti o a mi nos agrada y por sobre todo,
no todos tienen porqué pensar como tú.
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